martes, 28 de diciembre de 2010

CEREBRO: VERDADERO ÓRGANO DEL AMOR

Karina Galarza Vásquez
Aunque te parezca increíble, este sentimiento es generado por las mismas células cerebrales que se activan al consumir alguna droga, aquellas que causan placer al comer o durante el juego compulsivo. ¿Cómo te quedó el ojo?
Quizá muchas veces te habías preguntado cuál era el origen del amor y dónde se guardaba. Hasta la fecha hay quienes dicen que es en el estómago, pues al tener cerca al ser amado sienten que les revolotean centenares de mariposas; los más atrevidos aseguran que en los genitales, y los románticos empedernidos afirman que es en el corazón.
Pero, ¡oh sorpresa!, la conclusión a la que han llegado los estudiosos en la materia indican que el amor de pareja tiene sus bases en el cerebro, específicamente en el sistema límbico (cerebro medio o emocional) y corteza (recubre las superficies de los hemisferios del encéfalo).
De acuerdo con la Dra. Herminia Pasantes Ordóñez, investigadora emérita del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, en la capital del país), el sistema neuronal que procesa el enamoramiento se ubica en el llamado “circuito de recompensa”, también conocido como “del placer”.
Pero no sólo eso: la reacción que desencadena el amor recuerda el efecto adictivo de las drogas, pues uno quiere estar todo el tiempo junto a la persona y el cerebro piensa constantemente en ella o él.
Parecido a la adicción
Te resultará curioso saber que el amor tiene grandes similitudes con las drogas. A decir de la especialista, cuando estás perdidamente enamorado (a) de tu pareja sucede algo parecido a lo que experimentan quienes consumen anfetaminas o cocaína: sensación de gran bienestar.
Te sientes en las nubes o que caminas sobre algodones, y si tu hermanito menor rompe tus posters autografiados de RBD, hasta lo abrazas y cariñosamente le dices “no te preocupes, ya conseguiré otros”. Claro, si no estuvieras enamorado o no fueras correspondido, de seguro ya lo hubieras estrangulado.
Sin embargo, aclara la Dra. Pasantes Ordóñez, se ha descubierto que dicho lapso de intensa pasión tan sólo dura, en promedio, siete meses. Posteriormente se transforma y es probable que se procese en otros circuitos del cerebro. “Todo lo que somos está en este órgano, ahí surge la inteligencia, creatividad, autoestima, emoción y también el amor”.
Y resalta que investigaciones recientes que se encargan del estudio de las bases neuronales de lo que se conoce como “amor romántico”, es decir, la primera e intensa etapa del amor, indican que en esa fase se activan las mismas neuronas que participan en la satisfacción que se obtiene al alimentarse, al obtener placer sexual y al jugar de manera compulsiva.
El mal de amores
Seguramente también te ha tocado vivir la otra parte; me refiero a cuando la chica o chico que te gusta no te pela. Ya le echaste el ojo y has decidido que será tu pareja, así que te arreglas de lo más nice para irte a la escuela, ves a tu objetivo, preparas la mejor de tus miradas, caminas como si estuvieras en pasarela, te aproximas y, cuando pasas junto a él o ella, con tristeza descubres que ni siquiera te miró.
Te sientes fatal, todo tu esfuerzo fue en vano. Ves con cierta amargura que está coqueteando con otra persona, que para colmo es alguien a quien no soportas.
En estos casos, retomando el ejemplo que dio la Dra. Pasantes Ordóñez, cuando no existe retroalimentación, las células de las que hablábamos no son activadas. Por tanto, ya no existe la sensación de euforia, sino de disforia, que es lo opuesto a la felicidad. Es algo similar a lo que sienten los individuos que no reciben drogas: gran necesidad de usarlas; ello porque todavía no se encuentra la ponzoña, veneno ni afrodisíaco que haga que una persona corresponda a una pasión, dijo.
Maraña de conexiones y demás
Como puedes ver, estas cosas del amor son más complicadas de lo que creías, pues participan distintas estructuras del cerebro interconectadas ampliamente junto con mecanismos de aprendizaje y memoria, impresiones visuales, olfativas, gustativas y corporales. A lo anterior se suman funciones cognoscitivas, como juicio, abstracción, creatividad y lenguaje.
Es por ello que los especialistas descartan la existencia del “amor a primera vista”, pues el amor de pareja es vínculo de cariño con deseo sexual. Así, se requiere que el cerebro esté atento, consciente y con actividad normal; de esta manera, las estructuras cerebrales valoran lo que el ojo ve, lo que el oído escucha y lo que se toca. Esas sensaciones tienen importante desempeño en los recuerdos y experiencias vividas anteriormente.
Pero no sólo el amor está basado en la función cerebral, también otros estados afectivos como alegría, tristeza, miedo, rabia, ira, tranquilidad, odio, pusilanimidad, valentía, vergüenza, apatía, felicidad y apacibilidad, entre muchos otros.
Primeros estudios
La primera vez que se estableció que el cerebro, específicamente la corteza cerebral que lo recubre, posee áreas que generan estados afectivos, fue en el estudio hecho por Wilder Penfield, neurocirujano del Instituto Neurológico de Montreal, Canadá, en pacientes sometidos a procedimientos neoquirúrgicos para el tratamiento de la epilepsia.
Penfield encontró que la corteza prefrontal, sobre todo la del hemisferio izquierdo, generaba estados emocionales afectivos al ser estimulada. Este hallazgo exploratorio confirmó observaciones puramente clínicas en ese sentido.
Estudios ulteriores demostraron que otras estructuras también participan en generar y dar valor afectivo a las distintas emociones que el hombre puede experimentar. En términos generales, todas forman parte del sistema límbico.

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